domingo, 22 de abril de 2012

Los peces ciegos


Pisamos con pies descalzos una realidad de finos cristales. Y corremos. Pero cuanto más corremos más se nos clavan los cristales y más ruido hacemos. Es tan difícil pasar  desapercibidos a los ojos y oídos del Gran Hermano!

Tan acostumbrados estamos a observar y ser observados que no nos detenemos a pensar que el cristal tras el que miramos sumado al sol a nuestra espalda es una mala combinación. Quizás no sepamos mirar de otra forma, o quizás no queramos.

Los niños juegan al fútbol apenas con 11 años mientras C+ retransmite esos juegos infantiles como si fueran campeonatos del mundo. Y hay quien dice “¡ese chaval va a ser una estrella!”, “¡y ese!, “¡y ese otro!”. Pero la realidad escondía un solo Iniesta entre toda la chavalería, y lo que extraña es que siga tan blanquito, y haya escapado al quemazón de haber sido tan vigilado.

Y ahora, en este país, nos encontramos muy vigilados, más que nunca, y cada uno de nuestros movimientos se sigue mirando con una lupa que hace que nos comportemos de forma diferente a como lo haríamos si no supiéramos que estamos siendo tan observados.

Desde hace algunos años muchos de los juicios interesados de La Comisión vienen acompañados de un aspaviento exagerado, para que se note que nos estamos moviendo. Y si Los Mercados comentan que vamos por el buen camino, nosotros nos lo creemos y seguimos representando la obra que quieren ver algunos desde sus palcos de la tercera o cuarta planta, allí donde el agua nunca llega.

En este país no podíamos seguir como estábamos, eso está claro. Viajábamos en tren de primera aunque fuera para ir a recoger a los niños al cole. No mirábamos la cuenta corriente porque no sentíamos la necesidad de mirarla. Y gastábamos, demasiado. No teníamos cultura de control ni de la contención del gasto.

Ahora nos toca plegar las velas, o de otro modo no podremos mantener la embarcación a flote, y nos iremos al fondo del océano, allí donde habitan los peces ciegos.

No tenemos otras alternativas y quizás ese sea el drama. Seguramente hay que tomar buena parte de todas las medidas que se están tomando ahora, porque no podíamos seguir como estábamos, eso está claro. Aunque también estoy seguro que si dejaran de observarnos con tanta intensidad conseguiríamos mantener la embarcación a flote, con los mismos tripulantes que tenemos ahora, y nunca nos hundiríamos en el lugar donde habitan los peces ciegos.

Durante muchos años se creyó que los peces que vivían en las profundidades de los océanos eran totalmente ciegos. Así se consideró tras decenas de misiones en las que se utilizaban potentes equipos para iluminar lo que el ser humano o su tecnología no eran capaces de observar.

Ocurría que aquellos peces, acostumbrados a vivir su vida aprovechando la escasísima luz que les llegaba, no eran ciegos, sino que así se quedaban después de ser expuestos a semejante potencia de luz que quemaba literalmente sus retinas.

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