domingo, 1 de abril de 2012

Amnistía intelectual


En un país de derechas o de izquierdas, de Madrid o de Barça, de La Ser o de La Cope y de playa o de montaña, nadie nos va a convencer para sacarnos de nuestras trincheras y dejar de atacar o justificar todas las decisiones que se toman (y que se deberán seguir tomando) en esta larga travesía en el desierto que nos queda.

Pero, ¿qué decir de las decisiones que no se toman? Ahí no nos mojamos tanto, unas veces porque no nos gusta atravesar el charco sin saber lo profundo que es, y otras veces porque vamos tan abrigados y tan protegidos que ni siquiera sabemos que lo hemos atravesado.

Nos armamos de razones o buscamos el eslabón débil de las razones del contrario en el tema de la amnistía fiscal, cuando podríamos dedicar buena parte de nuestras energías en reclamarle a nuestros gobiernos – todos nuestros gobiernos – un plan para recuperar una parte del capital intelectual que ésta y otras crisis se han ido llevado poco a poco de nuestro país, de la misma forma que Tim Robbins se llevaba el cemento de su celda hasta el patio de la prisión en “Cadena Perpetua”.

Y Tim Robbins escavó un túnel que le ayudó a salir de la prisión.

Ahora nos toca decidir si queremos seguir siendo la prisión que se vio burlada por la inteligencia de otros o queremos reclamar una verdadera amnistía intelectual en la que aquellos españoles que se tuvieron que marchar fuera para ver reconocido su talento le perdonen a nuestros gobiernos parte de la deuda que contrajeron con ellos al no valorar su trabajo, ni intelectual ni económicamente.

En la amnistía intelectual los que perdonamos somos los españoles, y los perdonados, los gobiernos. Y son los últimos los que deben reconocer que dejaron escapar un capital muy valioso. Y son los últimos los que deben estar dispuestos a devolverles al menos una parte de lo que les negaron en su momento, y ofrecerles, de ahora en adelante, razones para que merezca la pena quedarse.

Porque devolviéndoles parte de lo que les negaron, nos estarán devolviendo a todos un pedacito de esperanza.

Pero todo ello sin olvidarse de los que aún permanecemos en Shawshank.

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