Pisamos con pies descalzos una realidad de finos cristales.
Y corremos. Pero cuanto más corremos más se nos clavan los cristales y más
ruido hacemos. Es tan difícil pasar desapercibidos a los ojos y oídos del Gran
Hermano!
Tan acostumbrados estamos a observar y ser observados que no
nos detenemos a pensar que el cristal tras el que miramos sumado al sol a nuestra
espalda es una mala combinación. Quizás no sepamos mirar de otra forma, o
quizás no queramos.
Los niños juegan al fútbol apenas con 11 años mientras C+
retransmite esos juegos infantiles como si fueran campeonatos del mundo. Y hay
quien dice “¡ese chaval va a ser una estrella!”, “¡y ese!, “¡y ese otro!”. Pero
la realidad escondía un solo Iniesta entre toda la chavalería, y lo que extraña
es que siga tan blanquito, y haya escapado al quemazón de haber sido tan vigilado.
Y ahora, en este país, nos encontramos muy vigilados, más
que nunca, y cada uno de nuestros movimientos se sigue mirando con una lupa que
hace que nos comportemos de forma diferente a como lo haríamos si no supiéramos
que estamos siendo tan observados.
Desde hace algunos años muchos de los juicios interesados de
La Comisión vienen acompañados de un aspaviento exagerado, para que se note que
nos estamos moviendo. Y si Los Mercados comentan que vamos por el buen camino, nosotros
nos lo creemos y seguimos representando la obra que quieren ver algunos desde
sus palcos de la tercera o cuarta planta, allí donde el agua nunca llega.
En este país no podíamos seguir como estábamos, eso está
claro. Viajábamos en tren de primera aunque fuera para ir a recoger a los
niños al cole. No mirábamos la cuenta corriente porque no sentíamos la
necesidad de mirarla. Y gastábamos, demasiado. No teníamos cultura de control ni
de la contención del gasto.
Ahora nos toca plegar las velas, o de otro modo no podremos
mantener la embarcación a flote, y nos iremos al fondo del océano, allí donde
habitan los peces ciegos.
No tenemos otras alternativas y quizás ese sea el drama.
Seguramente hay que tomar buena parte de todas las medidas que se están tomando
ahora, porque no podíamos seguir como estábamos, eso está claro. Aunque también
estoy seguro que si dejaran de observarnos con tanta intensidad conseguiríamos
mantener la embarcación a flote, con los mismos tripulantes que tenemos ahora,
y nunca nos hundiríamos en el lugar donde habitan los peces ciegos.
Durante muchos años se creyó que los peces que vivían en las
profundidades de los océanos eran totalmente ciegos. Así se consideró tras decenas
de misiones en las que se utilizaban potentes equipos para iluminar lo que el
ser humano o su tecnología no eran capaces de observar.