miércoles, 27 de agosto de 2014

En el deshielo del lago

El destino fue un niño travieso, que pataleó y desdeñó con su mirada la llegada de una postal que no quería revelar de qué puño salía su letra. Y aunque meditó y levantó los ojos, la postal ya se había colado en medio de la tierna consciencia, pese a que nadie salió a recibirla. Por eso, mas no sólo por eso, resonó durante un tiempo como la canción de los pensamientos invisibles y las ideas involuntarias que deambulan por la mente, presas de cadena perpetua.

Jugando a desnudar los huecos que el silencio quiso guardar para sí mismo, la postal fue robando rincones, hasta que presintió que había conquistado todos los lugares, incluso aquellos vírgenes de explicación, que ni la pasión ni el miedo, con toda su fuerza arrolladora, habían sido capaces de ocupar. Pero antes de ser olvidada, la postal derramó un vacío incontestable, tan incontestable que ni el travieso destino tuvo fuerzas para desdeñar con la mirada.
El tiempo, con su larga zancada, dejó caer sobre ella el telón del olvido que con suave seda negra insinuaba la forma de lo que dentro se ocultaba, sin dejar pasar ni una sola chispa de la luz inquisidora. Una habitación oscura siempre fue el mejor aliado cuando se necesita perder de vista al movimiento, aunque el peor adversario cuando al despertar súbitamente urge saber que el mundo se sigue moviendo.
Con una tenaz reincidencia, la postal lograba burlar al telón del olvido para dejarse recoger allá donde nadie la esperaba, tras haber sido iluminada de nuevo por las gotas reflejadas de sueños casi olvidados que habían sobrevivido en el refugio que siempre se halla saliendo de la razón, camino del corazón.

A veces, quizás las menos, llegaba más lejos de lo que nadie hubiera figurado, empujada por vientos nunca aventurados y recibida con gestos aún demasiado blandos para ser considerados abrazos. Un lago lleno de vivencias personales mostraba por una de sus caras. Muchas frases inacabadas, mostraba por la otra. Cuando la vida se expatrió a otro lugar y el viento dejó de empujar, la postal reposó, aunque no sabía por qué cara acabaría reposando...y como un pajarillo herido se dejó recoger, y volvio a ser leída...
...y decía que cerca del lago resonaban los ecos de una canción favorita que invitaban a buscar un lugar tranquilo donde apoyar el peso del equipaje, dejarse envolver y encajar como una pieza más en el singular puzle que se tendía alrededor. El esfuerzo del guerrero a veces sólo necesita ser premiado con la caricia y el sosiego del agua del lago, y el abrazo inaudible de la tupida sombra del árbol de la paciencia.
...y decía que era verano, y en verano la noche y el día jugaban a despedirse al alba, cuando aún era demasiado pronto, para reencontrarse de nuevo en el ocaso, cuando ya era demasiado tarde. Pasaban tanto tiempo dándose la espalda que nunca podían tumbarse juntos para señalar con dos manos y un solo dedo la estrella que iluminara fugazmente el camino que nunca podrían emprender juntos.
...y decía que los ecos de una canción favorita fueron el cobijo perfecto en el sofocante verano, donde el guerrero cayó rendido ante rojizo vestido que el atardecer había tomado prestado. Cayó entregado pensando en su habitación oscura, deseando perder de vista al movimiento, olvidando que la caricia y el sosiego del agua algún día tornarían en la rugosa piel teñida de blanco que el hielo implacable enfunda al lago adormilado.
...y decía que allí, en el hielo, todo se percibe distinto. Allí, los latidos apenas sobresalen de la temible línea recta. Allí, se puede abandonar el mensaje en la botella sin temor a que aparezca en la orilla equivocada. Allí, se comprende que una estrella es auténtica cuando consigue brillar en el cielo claro del mediodía. Allí, se congela la valentía de los sueños confesados mientras la cobardía de los sueños por los que nunca se ha luchado sigue líquida y recorriendo las venas. Allí, las cicatrices sólo son las marcas que en el cuerpo olvidan su dolor memorizado. Allí, todo sobrevive pese al escaso aire que se deja respirar.
En el deshielo del lago el guerrero despierta de noche, y busca con ansiedad que el mundo se siga moviendo. Un mundo que se sigue moviendo bajo la piel teñida de blanco, donde se abre paso una postal que no quiere revelar de qué puño sale su letra, empujada por el líquido de los sueños a los que la cobardía le torció su destino. Un destino travieso durante el invierno, y durante el verano, niño.

 

2 comentarios:

Unknown dijo...

Precioso...

Chema Peña dijo...

Muchas gracias guapa. Me alegro que te guste.